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Chungará (Arica)

On-line version ISSN 0717-7356

Chungará (Arica) vol.38 no.2 Arica Dec. 2006

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-73562006000200005 

 

Chungara, Revista de Antropología Chilena; Volumen 38, Nº 2, 2006. Páginas 211-222

ARTÍCULO DE SÍNTESIS

 

CONTINUIDAD Y RUPTURA EN PROCESOS DE DIFERENCIACIÓN SOCIAL EN COMUNIDADES ALDEANAS DEL VALLE DE AMBATO, CATAMARCA, ARGENTINA (S. IV-X d.C.)

 

CONTINUITIES AND RUPTURES IN SOCIAL DIFFERENTIATION PROCESSES IN HAMLET COMMUNITIES IN THE VALLEY OF AMBATO, CATAMARCA, ARGENTINA (C. IV-X A.D.)

Andrés G. Laguens1

1 Museo de Antropología, Universidad Nacional de Córdoba - CONICET. Av. Hipólito Yrigoyen 174, 5000 Córdoba, Argentina. laguens@ffyh.unc.edu.ar


 

En el Valle de Ambato, Catamarca, Argentina, se halla configurada a partir del siglo IV d.C. una forma de vida en torno a la diversificación de los roles sociales y el mantenimiento de desigualdades económicas y políticas, junto con mayor diversidad en la cultura material, caracterizada por el estilo Aguada. Investigaciones recientes tienden a confirmar su desarrollo local, con algunos elementos de fuerte continuidad, a la par de otros que marcan rupturas y resignificaciones. Trabajando desde el contraste que surge de la comparación entre las formas de vida caracterizadas por el estilo Aguada y las otras previas, centramos nuestra atención en el proceso local. Consideraremos las continuidades y rupturas, las reconfiguraciones e innovaciones, y propondremos luego una aproximación teórica al proceso. Dado que fue un cambio realizado en un tiempo relativamente breve, con incidencia profunda en numerosos aspectos de la sociedad, postulamos que en Ambato el proceso de cambio pudo tener un carácter drástico y no gradual.

Palabra claves: complejidad social, diferenciación social, cambio, cultura Aguada, noroeste argentino.


 

In the Valley of Ambato, Catamarca, Argentina from the IVth century A.D., a new way of life is formed with diversification of social roles and maintenance of economic and political inequalities. There is a correspondingly greater diversity in material culture, characterized by the Aguada ceramic style. Recent research tends to confirm a local development for this cultural process, which included some elements of strong continuity, along with few others marking ruptures with reworking meanings.

Based on the contrast that arises from the comparison between the forms of life characterized by the Aguada style and the previous ones, we focused our attention on the local processes. Considering the continuities and ruptures, the reconfigurations and innovations, we proposed a theoretical approach to conclude that in Ambato the process occurred in a relatively brief period, with a profound impact on numerous aspects of society. Thus, we postulated that the change was drastic and not gradual.

Key words: Social complexity, social differentiation, change, Aguada culture, Northwest Argentina, ceramic styles.


 

A principios de la Era Cristiana en la región de Ambato, en los últimos valles semiáridos del flanqueo oriental de los Andes, en la provincia de Catamarca, Argentina (Figura 1), se registra un proceso de desarrollo local que marca el cambio desde sociedades con poca diferenciación interna a nuevas formas de organización social más complejas y diferenciadas. Las primeras, con un acceso generalizado y una distribución equilibrada de los recursos materiales y sociales entre la gente, con poca variabilidad material y disponibilidad de recursos económicos, y la población distribuida en poblados pequeños. Éstas pueden ser caracterizadas como Formativas en comparación con el sur andino (pe ríodo Formativo, ca. 2.000 años a.C. hasta alrededor del 200 d.C.). La otra nueva forma de vida, caracterizada por una organización más compleja basada en una intensificación económica y la acumulación de excedente, con un crecimiento marcado de la población, diversificación de los roles sociales, especialización artesanal y desigualdades sociales y políticas hereditarias, es identificada materialmente por el estilo Aguada (González 1961-64, 1998). Esta sociedad tuvo un mantenimiento duradero y abarcó ámbitos geográficos aledaños, cada uno con modalidades propias, que se integraron en una esfera suprarregional, estableciendo nexos más allá de sus ámbitos locales, caracterizando el llamado período de Integración Regional, alrededor del 300 d.C. al 1000 d.C. (Pérez Gollán 1998). Los últimos avances sobre la cultura Aguada han respondido varias interrogantes, pero quedan sin resolver algunos problemas claves, como las diferentes modalidades regionales del proceso, sus grados de autonomía relativa y el peso relativo de los factores intervinientes y sus interacciones, entre otros.



Figura 1. Sector inferior del Valle de Ambato, con los sitios y su agrupación en aldeas (basado en Assandri 2001). Lower Valley of Ambato, with sites and their groupings into hamlets (based on Assandri 2001).

El objetivo de este trabajo es comparar los cambios registrados en el Valle de Ambato antes y durante la vigencia de Aguada. Ello permitirá indagar sobre aspectos tales como el grado de génesis local del proceso, la intervención relativa de diversos factores y la modalidad y magnitud del cambio. Sostenemos que el cambio hacia una mayor complejidad y diferenciación fue un proceso de generación de nuevos campos de interacción en lo social y material que, adquiriendo una autonomía relativa, se diferenciaron, diversificaron y complejizaron. Asociado a ello se produciría la constitución de nuevas formas de capitales -sociales, económicos y políticos- que, en la lucha por el poder sobre los mismos, generaron formas de inclusión o exclusión entre las personas. Creemos que las formas de organización del registro arqueológico son sensibles a estos cambios y que, a partir de la comparación entre dos momentos o situaciones distintas en el tiempo, podremos analizar las continuidades, innovaciones y reconfiguraciones asociadas en este proceso (Laguens 2004).

Método

Para cumplir con nuestro objetivo comparamos las características del espacio culturalizado, la economía, la tecnología, el trabajo y la ideología entre dos momentos: uno en el período de Integración Regional (PIR) y otro en el período Formativo (PF). Con el fin de enfatizar el contraste, iniciamos la comparación en un sentido cronológico inverso, desde lo más reciente a lo más remoto. El conocimiento actual sobre el PIR en Ambato (Heredia 1998; Pérez y Heredia 1987; Pérez et al. 2000) permite construir un cuadro descriptivo que marcará, por contraste con el PF, quiebres y persistencias para evaluar el proceso de diferenciación, su originalidad, alcance y magnitud.

Para organizar la información trabajamos con tablas descriptivas comparando cualitativamente las dimensiones en juego. A partir de allí, centramos el análisis en elementos que surgen como claves. Primero resumimos las características para cada período en el valle, para luego pasar a las tablas y su análisis.

El Período de Integración Regional en Ambato

A partir de los fechados radiocarbónicos de Ambato (Bonnin y Laguens 1997; Laguens 2000) se puede marcar una fase en el PIR alrededor del año 650±150 d.C., caracterizada por estilos de vida heterogéneos y diferenciados, de manifiesta desigualdad social.

Los elementos que caracterizan a este momento se resumen en cuatro lineamientos generales:

1. En Ambato se registra una sociedad internamente diferenciada, caracterizada por la presencia hegemónica de la cultura arqueológica conocida como Aguada (González 1964, 1998), que se manifiesta, además, en el centro y sur de las provincias argentinas de Catamarca, La Rioja y norte de San Juan.

2. La economía de producción se centra en el cultivo, recolección, caza y ganadería, con un acceso y/o distribución diferencial de los mismos. El área de captación de recursos se expande a diferentes zonas ecológicas hacia el este y oeste, distantes en más de un día de tránsito (Marconetto 2000). La producción de bienes materiales denota especialización y estandarización, con diferencias en la inversión de trabajo (Fabra 2002; Laguens y Juez 2001).

3. Se incrementa la población y hay una marcada construcción cultural del espacio, con un patrón residencial complejo y diferenciado, monumentalidad en las edificaciones, construcción de obras de infraestructura, acompañada de variaciones en la densidad y clases de sitios domésticos y públicos (Assandri 2001; Assandri y Laguens 2003; Caro 2002), con una considerable densidad de ocupación del espacio (aproximadamente 10,6 sitios por km2).

4. Distintos bienes materiales son portadores de un simbolismo en función de una ideología dominante, que trasciende las fronteras de Ambato y se integra en un ámbito geográfico extenso de los Andes del Sur, incluyendo vinculaciones con regiones como el oasis de San Pedro de Atacama y el altiplano boliviano (Pérez Gollán 1998).

Andrés G. Laguens En síntesis, para el siglo VII d.C. se hallan instauradas formas de producción y mantenimiento de desigualdades entre las personas, estableciendo distinciones entre las posibilidades y capacidades de adquisición, producción, consumo y acumulación de recursos de índole material e inmaterial. Estas formas se sostenían sobre una base excedente de productos naturales y cultivados, una infraestructura hidroagrícola de escala regional, un sistema jerárquico de derechos de uso de la tierra de vivienda y la comunitaria, junto con una organización del trabajo con cierto grado de especialización y una distribución diferencial de las facultades sobre los bienes materiales. El mantenimiento y reproducción de una organización como la descrita, la conservación del poder y el control de las disposiciones a este orden, estuvieron reforzados por una ideología que se plasmó y se objetivizó en la cultura material, desde los bienes muebles hasta las construcciones ceremoniales.

El Período Formativo en Ambato

Las características generales de la forma de vida del período Formativo se resumen también en cuatro puntos principales. Los fechados radiocarbónicos de Ambato (Bonnin y Laguens 1997; Laguens 2000) permiten considerar en un lapso alrededor del año 50±150 d.C.

1. La presencia de sociedades con poca diferenciación social entre las personas, compartiendo elementos en común con otras zonas aledañas.

2. La economía estaba basada en una producción de baja escala, con poca inversión en obras de ingeniería agrícola y/o hidráulica, con baja capacidad de producción excedente. Una importante parte de la dieta se complementaba con caza. La producción de bienes materiales se organizaba como manufacturas domésticas, de niveles bajos o incipientes de especialización, sin diferencias marcadas en la inversión de trabajo (Fabra 2002).

3. Los asentamientos se organizaban en unidades residenciales dispersas, de tamaño pequeño, cerca o dentro de las áreas de aprovisionamiento y de manantiales o fuentes de agua permanente. La densidad de ocupación del espacio era baja (aproximadamente 1,7 sitios por km2). La inversión en la construcción del paisaje era de bajo impacto, de escala pequeña y baja visibilidad (Herrero y Avila 1993).

4. Las actividades rituales se practicaban a nivel doméstico o a escala de la localidad, en montículos artificiales para ambos fines. Los bienes materiales cotidianos eran redefinidos en sus funciones o por su participación en ámbitos distintos, fueran estos domésticos, rituales o funerarios.

Continuidades y Rupturas

Las diferencias entre ambos momentos son marcadas no sólo en lo referente a los objetos y los mundos materiales, sino también a niveles más básicos de toda la sociedad. Ante estas dos situaciones tan distintas, con cambios profundos en numerosos aspectos, creemos que se trató de un proceso de importante magnitud que transformó y re-estructuró a la sociedad. Dado que el cambio se realizó en un tiempo relativamente breve en el proceso de desarrollo local que cubre alrededor de 1.000 años con fechados radiocarbónicos y secuencias de ocupación (Bonnin y Laguens 1997; Fabra 2002) que no superan los 100 años, postulamos que los profundos y múltiples cambios en Ambato tuvieron un carácter revolucionario y no gradual, afectando no sólo a la cultura material, sino también a los principios organizativos subyacentes. Decimos revolucionario en el sentido que fue un cambio drástico y abrupto, cuyas consecuencias contrastan marcadamente con lo anterior y que pudieron haber tenido continuidad en cuanto a los agentes del cambio, pero no en el sentido de un movimiento social intencionado.

Para contrastar esas diferencias seguimos un procedimiento comparativo, anotando las continuidades y discontinuidades entre uno y otro momento. En la Tabla 1 se señalan los ítemes que perduran y los que presentan diferencias en cinco ámbitos principales de análisis: el uso del espacio, el espacio construido, los rituales, la economía y la tecnología, incluyendo los cambios innovadores, sin antecedentes en el momento previo.

Se observa en la Tabla 1 que las discontinuidades e innovaciones son más numerosas que los elementos que perduran (a saber: sobre 41 elementos seleccionados como propios del PIR, 31 son nuevos y 10 presentan continuidad). No todos los elementos apuntados son de igual importancia y escala, por lo que sería relevante considerar no sólo la cantidad de los cambios, sino también su calidad y la magnitud de su incidencia sobre los modos de vida (sensu Bate 1998), pero ello escapa a las intenciones de este trabajo. Sin embargo, sostenemos su validez cuantitativa inicial como indicadores a partir de su presencia material en el registro arqueológico.


Entre estos componentes, nos interesa centrarnos ahora en aquellos factores que apuntan hacia lo local del proceso: los elementos con continuidad, la ausencia de elementos foráneos y la cronología absoluta. Hay por lo menos dos elementos entre los primeros que muestran perduración, y que queremos destacar para nuestra argumentación: la producción alfarera y el uso de estructuras monticulares.

En cuanto a la alfarería, a través de estudios de sitios formativos y Aguada, comparando procedimientos tecnológicos, clases cerámicas, fuentes de aprovisionamiento e inversión de trabajo (Fabra 2002), se ha demostrado la continuidad en la producción tecnológica de ciertas variedades cerámicas, vigentes desde el inicio de la ocupación agroalfarera. Por ejemplo, la alfarería oxidante de paredes gruesas para grandes vasijas tricolor o lisas, y la cerámica reductora de tradición Ciénaga-Aguada, muestran continuidad de materia prima y procedimientos de manufactura, trascendiendo la funcionalidad de diferentes clases y formas. En la cerámica gris-negra, una misma tradición tecnológica en el nuevo contexto social del 500 d.C. adquiere otro rol: idénticos procedimientos de manufactura se usan para producir una menor variedad de objetos, con nueva iconografía (estilo Aguada gris-negro grabado; Figura 2).


Respecto a las estructuras monticulares, se trata de grandes acumulaciones de sedimentos, de 3 o 4 m de alto, con cerámica rota, huesos animales y humanos, y restos vegetales, no delimitados en superficie, con estructuras circulares o rectangulares en su base. Serían lugares destinados, entre otras cosas, a ofrendas, quizás domésticas y de alta reiteración. Se demuestra la continuidad de ocupación en distintos sitios del valle (El Altillo, Martínez 3, Martínez 1 y Piedras Blancas, por citar los excavados y con dataciones absolutas), escalonadas cronológicamente (Figura 3), desde el 40 d.C. en El Altillo (EA Nivel 17: 1.990±70 años C14 a.p.), 250 d.C. en el sitio Martínez 3 (1.700±60 años C14 a.p.), y entre el 650 y 950 d.C. en el montículo del sitio Piedras Blancas (PB Montículo 1 1.340±40 y 1.040±50 años C14 a.p.).


Los usos de los montículos también marcan continuidades y rupturas; si bien algunos se siguen habitando o usando, como el centro de actividades semejantes a las anteriores, en otros hay una redefinición del rol: son delimitados materialmente, se integran a espacios públicos y se convierten en soporte de sacrificios humanos y rituales. Se ha demostrado cómo un montículo originalmente basurero fue transformado en una estructura piramidal en el sitio Iglesia de los Indios (Gordillo 1994), sucediendo algo similar en el sitio Bordo de los Indios, donde un montículo fue contenido con paredes de pirca.

Si bien estos elementos muestran continuidad entre ambos momentos en consideración, se podría rebatir la argumentación de su localismo suponiendo la influencia de gente externa al valle (González 1998), procesos migratorios (Núñez Regueiro y Tartusi 1990, 2000; Tartusi y Núñez Regueiro 1993), mecanismos de difusión o de cambio progresivo al participar los grupos humanos en una red de interacciones sociales y económicas (Pérez Gollán et al. 2000). Sin embargo, hay dos argumentos a favor de un proceso local de cambio con continuidad.

Por un lado, no se registra la presencia de elementos alóctonos al valle. Pudieron existir elementos perecederos, pero esperaríamos encontrar rastros o algún tipo de configuración material si hubiera habido algo de influencia tan importante como para cambiar completamente a un grupo, al punto que ha llevado a definir otra cultura arqueológica y otro período o etapa evolutiva.

Por otra parte, el análisis de los fechados radiocarbónicos del valle y zonas aledañas (Bonnin y Laguens 1997) brinda una secuenciación local y referencias a la contemporaneidad con otras manifestaciones regionales (por ejemplo, Alamito o Hualfín). En la Figura 3 se reproduce la secuencia de fechados conocidos del Valle de Ambato, discriminando el material sobre el cual se realizó la datación y graficados de acuerdo a su calibración en años calendáricos (en la parte inferior del cuadro se han separado los fechados realizados sobre troncos con el fin de considerar los efectos posibles de la madera vieja).

Podemos considerar que las dataciones absolutas marcan un proceso continuo, pudiéndose separar una serie coherente de fechados más tempranos (alrededor de una media de 1.790 años a.p., ca. 160 d.C.), caracterizados por los sitios formativos El Altillo y los niveles inferiores del sitio Martínez 3 (ávila y Herrero 1991; Fabra 2002) y otras series de fechados tardíos, vinculados con Aguada, que incluye dos subgrupos. El primer subgrupo, alrededor de una media de 1.640 años a.p. (ca. 310 d.C.), se corresponde con las primeras manifestaciones plenamente Aguada en el Valle (sitios Martínez 1 y Martínez 2) (Assandri 1991; Juez 1991). El segundo subgrupo gira alrededor de una media de 1.348 años a.p. (ca. 602 d.C.), correspondiente a sitios residenciales grandes, como Piedras Blancas o la Iglesia de los Indios. Creemos que esta secuenciación en Ambato estaría en concordancia con una génesis y desarrollo local de este nuevo estilo de vida.

Cambio y Continuidad

Sosteniendo la alta probabilidad de génesis local del proceso de complejización, y teniendo en cuenta los fechados, retomamos nuestra propuesta y trataremos de explicar la magnitud y modalidad del cambio en términos de procesos y estructuras sociales más amplias, pero desde una perspectiva local de la sociedad.

La mayoría de los autores (González 1961-64, 1998; Gordillo y Kusch 1987; Heredia 1998; Núñez Regueiro y Tartusi 2000, 2001; Pérez Gollán 1991; Pérez y Heredia 1987; Tartusi y Núñez Regueiro 1993) sostienen que existiría una transformación gradual entre el estilo de vida caracterizado por Aguada y las formas previas. Esperaríamos luego una progresiva metamorfosis de algunos elementos y reemplazo paulatino de otros hasta ir configurando ese nuevo mundo material y social (como, por ejemplo, se plantea para la transición entre los estilos cerámicos Ciénaga y Aguada en el Valle de Hualfín, ver González 1955, 1961-64). Habría lazos muy netos entre ambos momentos, con muchas continuidades que fueron modificándose progresivamente en el tiempo, junto con la discontinuidad o desaparición de otros elementos y la aparición gradual de nuevos. Sin embargo, el panorama de Ambato se presenta como algo muy distinto: las discontinuidades e innovaciones son más numerosas que las continuidades a las que hemos hecho referencia (Tabla 1).

Cuando tratamos comparativamente los principios organizativos de las sociedades formativas con aquellos otros del PIR, nos encontramos con contextos estructurados en torno a criterios diferentes. A manera de ejemplo, compararemos algunos elementos en diferentes escalas de materialidad entre ambos momentos: el espacio natural y construido, el acceso a los recursos de subsistencia, el rol del trabajo y el de la ideología (Tabla 1).

Respecto al espacio físico y su valor social, en el PIR el uso del espacio es un principio diferenciador que contrasta con la distribución homogénea e indiferenciada de los sitios formativos, que responden a principios prácticos de distancia a las fuentes de agua, tierras cultivables y otros recursos naturales. La separación física entre unidades residenciales y su emplazamiento en el paisaje no parecen portar un valor simbólico especial.

En el espacio construido encontramos la misma disparidad de principios: en el PIR, este carga un mensaje intencional mediante lo externo combinando técnicas constructivas y tamaño y volúmenes, a la par de simbolismos en función de la orientación astronómica. No encontramos que estos roles tengan equivalencia en el paisaje cultural anterior.

En el caso de la explotación de los recursos para la subsistencia, mientras que en las sociedades del PIR responde a pautas acotadas de derechos diferenciados para la adquisición, distribución y consumo de acuerdo a la posición relativa de las personas en el espacio social, en los grupos formativos la explotación de recursos reconoce criterios generalizados de acceso, distribución y consumo.

La dedicación y especialización artesanal son diferentes a las anteriores, en las que la asignación y distribución de tareas estuvieron acotadas al ámbito doméstico. Las restricciones socialmente impuestas en las pautas de manufactura cerámica en el PIR, tanto en forma como contenido gráfico, contrastan con la libertad creativa anterior, con mayor variedad de formas y combinaciones de pastas y decoración. Las pautas del discurso iconográfico son casi opuestas, si comparamos el estilo Aguada con los estilos Condorhuasi o Ciénaga previos. Mientras el primero realza la violencia simbólica y enfatiza la narración sobre lo salvaje, lo indomable y lo fantástico, los otros estilos se centran mayoritariamente en lo doméstico, los humanos modelados, el arte textil y lo domesticado, y secundariamente en lo fantástico (Haber et al. 2000).

Podemos sumar a estos elementos otro particular como es el papel invasor de la representación de la "felinidad" (sensu González 1998) en todos los ámbitos, es decir, la constante materialización y reiterada presencia de lo ideológico y religioso en diversas esferas de interacción, hasta en lo más mínimo del utillaje cotidiano.

En síntesis, hacia el 500 d.C. nos encontramos ante un aumento en la cantidad y variedad de componentes en el registro, que no sólo implica un cambio cuantitativo, sino que estos elementos entran a participar como otros factores configurados en nuevos contextos materiales de existencia totalmente inéditos. Es probable que aquellos que perduran en su morfología y técnicas de manufactura, entre todos estos elementos novedosos, hayan sido redefinidos al entrar a participar ahora en otros contextos de interacción, nuevos y diferentes. Este parece ser el caso, por ejemplo, de una serie de objetos de técnicas de manufactura tradicionales y que se hallan en ambos períodos: la cerámica Tricolor y el estilo Ciénaga, las técnicas constructivas, así como creencias y prácticas rituales, que participan en contextos novedosos, como son los montículos ceremoniales escalonados, otras clases de sitios domésticos o contextos heterogéneos dentro de ellos.

Teniendo en cuenta la cronología absoluta, las propiedades del registro y los datos disponibles, es dable pensar que el cambio entre el PF y el PIR en Ambato fue de una escala y magnitud lo suficientemente importante como para afectar a todos los miembros de la sociedad, y acaecido en un lapso muy breve, probablemente de unas pocas generaciones. En este sentido, no habría existido un lapso de transición entre ambos, sino que se habría tratado de un cambio de carácter más bien brusco, una especie de salto, si lo pensamos en términos de tiempos arqueológicos, considerando la serie de fechados (Bonnin y Laguens 1997, ver más arriba). Si consideramos, además, la diversidad de nuevos elementos, las innovaciones, las discontinuidades entre ambos períodos y las pocas supervivencias, podemos pensar que este cambio pudo haber tenido características propias de un cambio de carácter revolucionario. Decimos de carácter revolucionario en tanto en un lapso breve se produjo una ruptura neta con varias tradiciones, abandonándose y reemplazándose muchas formas tradicionales de hacer las cosas, incorporando otras totalmente novedosas. Este cambio no implicaría la existencia de una revolución en el uso ordinario del término, en tanto movimiento social, sino de un cambio de carácter radical, abrupto y rápido, que genera nuevos mundos sociales y materiales.

El Proceso

Haya sido este cambio de carácter revolucionario o no, la diversificación observada a partir del registro arqueológico en el espectro de recursos disponibles para la gente, tanto materiales e inmateriales, implicó la existencia de nuevas configuraciones, propias del PIR. Si en estas nuevas configuraciones lo material entró a participar en nuevos universos sociales, materiales e ideacionales, ello significa entonces la existencia de nuevas variedades de capitales sociales, económicos, políticos y simbólicos. Estas formas de capital, no existentes como tal anteriormente, estarían respondiendo a la emergencia de nuevos campos sociales, en tanto sistemas de posiciones y de relaciones entre posiciones, donde entraron en juego dichas variedades de recursos o capitales (Bourdieu 1997, 1998; Gutiérrez 1995).

La presencia de nuevos campos sociales implica la existencia de redes objetivas de relaciones entre las personas, diferentes a las anteriormente conocidas, con una nueva estructura y dinámica, donde la desigualdad social pudo ser parte de ella.

Las posibilidades de acceso y acumulación de las diferentes formas de capital pudieron sostener diversos modos de inclusión o exclusión de las personas, de acuerdo a la participación diferencial de éstas en el conjunto social o a su posición en las redes de los campos sociales en juego.

De ser esto así, y si estamos acertados con respecto al carácter del cambio en cuanto a su tiempo y modo, ello tuvo que implicar también transformaciones en las posiciones relativas de poder. Estas transformaciones se hacen posibles en la medida que existan entre las personas disposiciones previas para generar y aceptar los cambios, a la vez que haya una conjunción entre las intenciones de dominación de una fracción y las expectativas de la fracción que pasa a ser dominada (Bourdieu y Wacquant 1995; Clark y Blake 1995; Paynter y McGuire 1991).

Nos preguntamos aquí sobre la posibilidad de la existencia de una situación de crisis previa, la que pudo haber promovido una situación de cambio. Aunque por ahora no hemos detectado tal situación a partir del registro arqueológico, creemos que el haber definido el carácter del cambio, su modalidad, magnitud y escala, así como el grado de continuidad y ruptura entre ambos períodos, pueden ayudarnos a investigar esta posible situación de crisis y en el futuro seleccionar procedimientos metodológicos apropiados para el estudio de los procesos de cambio y diferenciación social.

Agradecimientos: Este artículo es parte de una versión anterior presentada en el 51 Congreso Internacional de Americanistas en Santiago de Chile, julio de 2003. Agradezco al comentarista del simposio por sus sugerencias y a Martin Giesso y Mirta Bonnin por los interesantes e importantes comentarios al manuscrito, sin que ninguno de ellos sean responsables de las ideas vertidas aquí. El trabajo de campo y de laboratorio en el que se basa este estudio fue financiado por subsidios de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnica, FONCyT, PICT 97 y PICT 2000, la Agencia Córdoba Ciencia y el CONICET, de Argentina.

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Recibido: febrero 2004. Aceptado: agosto 2006.

 

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